top of page
Foto del escritorSanti

“Mi trabajito me costó”

Ayer fue el día de mi santo, día que tradicionalmente en mi casa siempre se ha celebrado mucho. Este año la celebración tuvo un tinte más festivo, y no porque se hiciera fiesta (que también) sino porque la alegría viene de una satisfacción que ha tardado años en destilarse y que por fin se puede compartir.


Ya dispongo de la sentencia que reconoce que el despido de la Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces que se me comunicó el 15 de diciembre de 2020 fue un despido improcedente. Esto era algo que ya se sabía por parte de cualquiera que hubiera tenido noticia del caso, puesto que el argumentario (huérfano de todo talento) que la dirección de la Fundación Pública esgrimió para ejecutar aquella injusticia fue desmontado de manera sistemática en el mismo acto de comunicación del despido. Y esto es quizás lo que más me cueste entender: ¿cómo hay gente que es capaz de ponerse frente a una persona con la que ha trabajado, con la que ha desarrollado proyectos y a quien incluso ha felicitado públicamente por sus méritos para comunicarle un despido en base a unas motivaciones falsas?


En dicho acto de despido se me pone por delante una carta donde se alude a que "la difusión del conocimiento científico ha ido avanzando hacia medios digitales, para lo que la Fundación ha invertido, en estos últimos meses, en medios materiales y económicos, de manera que sólo sería necesario el personal que diera formato de estos contenidos a los medios digitales para hacerlo, accesible a la ciudadanía y los decisores públicos", personal como yo, que completé con más solvencia que la media dicho proceso de digitalización (reconocido por la propia dirección) y que desarrollé directamente cinco proyectos de digitalización de exposiciones desde que se decretó el primer estado de alarma. Además ya se habían presentado las propuestas de digitalización del ejercicio siguiente, por lo que la sintonía con las líneas estratégicas de la Fundación eran evidentes y estos proyectos eran un espacio de desarrollo donde seguir invirtiendo recursos humanos.


También se indicó que "la fundación en el último año y medio ha reducido significativamente su trabajo en el área de actividades y exposiciones, y mucho más en el último año cuando esta área ha sufrido un proceso de digitalización, ante la imposibilidad de realizar ningún evento o acto de difusión del conocimiento que tenga presencialidad". Esto es objetivamente incierto, puesto que en el año y medio aludido se realizaron once  proyectos expositivos (dos presenciales en el Museo de la Autonomía de Andalucía, cuatro  digitales, uno  virtual, dos en colaboración y dos en itinerancia a otras sedes) desarrollados íntegramente por el área de actividades y exposiciones externas y en concreto por mí, único técnico en dicha área. Si eso es reducción significativa del trabajo del área, no entiendo qué nivel de actividad sería el equivalente al máximo rendimiento de los efectivos.


También se alude a que “las actividades culturales externas presenciales han sido suspendidas o canceladas definitivamente. (...) No se ha desarrollado ninguna exposición presencial propia", lo que también es incierto puesto que quince días antes del acto del despido se había inaugurado una exposición de la Fundación en el Museo José María Moreno Galván de La Puebla de Cazalla (Sevilla) y las otras previstas no se habían celebrado por causa de la pandemia (quizás también tenga yo responsabilidad en ello) o por decisión de la dirección, teniendo el área todo preparado a tales efectos.


Se alude además a que "las actividades realizadas desde la Fundación han sido actividades digitales no presenciales, que, tanto por su número como por su logística interna, han sido asumidos en cada momento por los miembros de cada departamento de la fundación, y no por uno en concreto".  Desde la propia dirección de la Fundación se me solicitó ayuda para la supervisión de cursos online y webinars. Supervisé cuatro  webinars de ciclos de otros departamentos ante la incapacidad del personal de dichos departamentos de hacerse cargo del correcto control de las herramientas digitales, promoví y coordiné otros dos webinars, desarrollé toda la secretaría técnica online de una convocatoria de premios y asistí como soporte técnico a seis sesiones de tele formación de los cursos de especialización que la Fundación impartía, siendo además uno de los técnicos autorizados para la administración de los cuestionarios que se generaban por la herramienta de encuestas online.


Pues con todos estos argumentos ya invalidados desde la raíz y con unas razones bastante peregrinas, el director de esta Fundación Pública se presentó a un juicio citado en noviembre de 2023 a defender la que entiendo que habrá sido una de las posturas más incómodas de su carrera, ya que independientemente de las estrategias teledirigidas, estimo que en el fondo de cada persona late un principio esencial de integridad, honor y verdad, o al menos debería de latir en alguien a quien se le ha otorgado el honor de dirigir una Fundación Pública de tal categoría. O no.


De todo ello lo que más me molesta es el ejercicio de prepotencia institucional e impunidad estructural que ampara a quien es capaz de firmar una carta de despido como la que se firmó para echarme. Yo voy a recibir una indemnización económica que en definitiva viene de las arcas públicas, pero nadie va a penalizar - ni siquiera afear - a los actores de dicha injusticia cometida contra mi vida laboral. No planteo esto en términos de vendetta, ya que cada uno tiene bastante con reflejarse en el retrato que generan sus acciones, pero sí que sería interesante plantear algún sistema de rendición de cuentas que haga que los gestores de lo público no puedan disfrutar de esta impunidad donde se castiga al débil sin que nadie toque al que ejerce la posición de poder.


Entiendo que he hecho lo que tenía que hacer, agotar la vía judicial sin pactar ni negociar la cuantía de mi despido como si fuera un cambalache. Otorgar a mi despido un precio negociado no hace sino dar más poder al que te echa, que puede calibrar y tasar el alcance del daño. Ni siquiera me he sentido tentado a hacerlo, seguramente por ser alumno desde la cuna de la escuela de integridad que tengo en mi casa. La doctora honoris causa  y catedrática en moral, ética y civismo es mi señora madre (Lola), que sin más armas que la verdad decidió en un momento complicado de su vida renunciar a una indemnización para que en lugar de ello arreglaran todas las farolas de mi barrio, que con su deteriorado estado estaban amenazando y comprometieron la vida de los vecinos, sobre todo de mi hermana. Así es muy fácil tenerlo claro.


Igual que Lola (la otra Lola) recuperó el pendiente (o no), esta sentencia restituye en parte el daño. Como a Lola "mi trabajito me costó", pero el precio de mirar de frente las adversidades y superarlas con talento es incalculable.

509 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page