El blog permite categorizar las entradas que se van publicando, por eso he tenido a bien crear una categoría que se llame "casos de éxito" o "cosas que salieron bien", ya sean experiencias propias o proyectos que me hayan sorprendido y de los que he aprendido.
La primera entrada de esta categoría la voy a dedicar a un proyecto en el que tuve la gran fortuna de participar y que fue verdaderamente para mí un laboratorio acelerado, no solamente de museografía actual, sino de museología en el término más amplio del concepto. Me refiero a la museografía con la que se dotó a la casa de Blas Infante de Coria del rio tras la rehabilitación integral a la que se sometió el inmueble desde 2008 hasta 2010. Fue uno de los primeros proyectos en los que participé como técnico de museología en la Fundación Centro de Estudios Andaluces y el resultado de aquel proyecto sigue sorprendiendo por lo particular del enclave, lo inusual de los recursos y sobre todo, por el enfoque que entre todos los que componíamos el equipo pudimos darle al discurso narrativo de la experiencia.
Allí eran muchos los inconvenientes que había que considerar. Los principales eran que la propia casa marcaba un itinerario que en algunos casos era bastante incómodo (siempre fue pensada como casa, nunca como museo), que teníamos que sintetizar mucha información de contexto para poder comprender la profundidad de la figura de Blas Infante y que la propia casa desplegaba visualmente un contenido simbólico que no podía quedar enmascarado por una museografía agresiva.
Se optó en todo momento por dar voz a la casa, contarla como espacio habitado y como símbolo para todo el pueblo andaluz. De este modo se dividía por la propia fisonomía del edificio en dos núcleos fundamentales, un primer cuerpo de la vivienda con la decoración más historicista (compuesto por la galería y habitaciones decoradas de suelo a techo con azulejos, yesería y forjado ornamental) y otro interior más luminoso y amplio, algo que equiparamos más al canon de construcción doméstica rural de la baja Andalucía en el siglo XX. En el primero se contaba la propia historia del inmueble, cómo vivió Blas Infante y su familia en ella, cuáles eran sus ocupaciones y qué quería sintetizar Blas Infante en una decoración profusa y cargada de significados, algo íntimamente relacionado con sus ideas y planteamientos filosóficos, políticos y culturales.
Entre un núcleo y otro, justo en el centro de la vivienda quedaba la estancia con la puerta desde la cual se llevaron a Blas Infante para su posterior ejecución en los funestos primeros días de la Guerra Civil española. Esta puerta, por su simbolismo, se convirtió en el punto de inflexión de toda la visita y a partir de la cual el discurso expositivo evolucionaba, no quedándonos en el asesinato del líder andalucista convertido años más tarde en Padre de la Patria Andaluza, sino centrifugando todo su pensamiento y acción para trasladar a los visitantes el ingente legado que transmitió con su incesante labor en pro de Andalucía y del que aún hoy somos herederos. Esa puerta se convirtió en homenaje a todos los represaliados en la guerra, siendo el cénit emocional de la visita.
Los recursos a través de los que procuramos transmitir toda esta información no fueron únicamente lingüísticos, sino que el audiovisual como recurso predilecto para desarrollar y transmitir información de contexto tuvo un peso fundamental. Notable fue el trabajo de síntesis de la empresa CYAN y de Javier G. Nomon en el audiovisual dedicado al pensamiento de Blas Infante, donde a través de un falso documental con entrevistas, personajes allegados a su figura contaban el ideario de Blas Infante para la resolución de los principales problemas en la Andalucía de principios del siglo XX.
También, tanto a la entrada como a la salida, sorprende a los visitantes una recreación de Blas Infante en su despacho y en la llamada "sala de la música" donde a través de la técnica del pepper ghost se puede contemplar al propio Blas Infante interactuando con el mobiliario de su casa e incluso con los visitantes, algo que acerca mucho a los asistentes al contexto doméstico en el que se desarrollaba el recorrido por la casa, sintiéndose observadores directos de esta intimidad.
Después de 10 años de aquel gran estreno, hay que reconocer que aunque las técnicas museográficas han avanzado y se han enriquecido, la visita a la casa de Blas Infante, bautizada por él mismo la casa de la alegría, sigue manteniéndose joven y lozana, donde siguen siendo muchos los que acuden para dejarse sorprender por los estímulos allí dispuestos y para reflexionar sobre los orígenes de una comunidad autónoma donde nos identificamos y reconocemos.
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